Hace unos años, patinando sola sobre las 6 de la tarde por la mota del río, un chico en bicicleta se puso a mi altura, me miró y me dijo "Qué cara de guarra tienes".
Como no sabía si, igual que no se pudo contener para brindarme semejante piropo, iba a no poderse aguantar las ganas de violarme, me dió miedo, y como no tenía con quién salir a patinar, dejé de hacerlo. Hace seis años.
Piropos.
Estos son los piropos que condena la Ley, los que no queremos que nos digan porque limitan nuestra libertad.