Odio las llaves.
Siempre las pierdo: En el bolso, en el coche, en los bolsillos o en su cerradura por dentro cuando ya cerré la puerta.
Nunca están a mano; siempre en el fondo del mar, matarile, rile, rile, ró.
Ayer volvíamos Hache y yo del súper, hiper cargadas y me tiré dos horas para encontrarlas y abrir la puerta de la urbanización; Con las mismas- para volver a cargar las toneladas compradas- las guardé... olvidando que iba a necesitarlas otra vez para abrir el portal.
Llegado el momento, saliéndome de lo más profundo y sin haberlo pensado nunca antes, exclamé:
"¡¡¡¡Qué ganas tengo de que inventen de una vez la apertura de puertas con identificación de córnea!!!!!".
Una carcajada sonó en el piso de arriba.
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